Deseo
Ocurre a veces que, en una vida ordinaria -sí, de esas en piloto automático- llega alguien y te arrolla.
Por qué ocurre, por qué nos abrimos en canal y nos dejamos llevar es todo un misterio.
Pero ocurre.
Porque somos energía y somos algo más que cuerpo, porque nuestras pequeñas batallas nos definen y nos protegen, pero también nos llevan a recorrer caminos que jamás hubiésemos explorado.
Porque subestimamos el riesgo que ello pueda suponer y nos ponemos a emprender, a soñar, a volar con alguien nuevo. Y son esas conexiones las que nos activan y nos hacen crecer, secuestrados a veces por los sentidos, secuestrados por una emoción de euforia o por el sentimiento de sentirnos reconocidos, amados o admirados.
El papel que nuestro ego juega, el de nuestro espíritu o ese espejo que nos hace reconocernos y vibrar con otro, modela nuestra vida y decide nuestro futuro. Las ganas o la falta de ganas nos empujan o nos detienen a dar un paso más, a vivir a lo grande, con pasión y plenitud.
Con consciencia.
Y es a veces esa consciencia o esa falta de consciencia la que nos hace elegir el dar un paso más, el cambiar de sentido, el buscar algo nuevo, diferente, que nos haga salir de nuestra realidad, perfectamente definida, trazada y limitada.
¿Cuánto nos permitimos? ¿Cuánto estamos dispuestos a cambiar el rumbo, aunque sea unos cuantos grados? ¿Miedo o comodidad? ¿Desconocimiento?
¿Cuál es la razón de conectar? ¿Cómo has llegado hasta aquí?
A veces se empieza por reconocer lo que no queremos, dónde no encajamos… porque hemos cambiado, porque hemos crecido, porque nos asfixia la pecera en la que habitamos.
A veces son otros los que cambian, los que nos decepcionan, unas circunstancias que no aceptamos y que nos hacen romper con aquello que conocemos.
A veces es sólo sentir, permitirse sentir diferente, necesitar un cuidado que no sentimos. Ese es el menor de los pasos.
Desear es otra cosa, desear es tomar las riendas, decidir y apostar. Desear supone vivir a lo grande, teniendo en cuenta circunstancias nuevas que quizá nos “obligan” a ello.
Porque lo contrario es conformarse, y vivir siempre bajo la prudencia. Y yo a veces me pregunto cuánto de lo que llamamos prudencia -disfrazado de virtud- es simple y puro miedo.
Cuánto desoímos, tapamos, cubrimos, por miedo a transformarlo, a darle cabida y posibilidad en nuestra vida.
Cuántas vidas son vividas en el “y si”, cuántos proyectos sin definir, sin concretar, cuántos libros sin escribir y cuántas veces ahogamos nuestra propia voz por la comodidad, el miedo y todas esas creencias que nos limitan. Al final, vivimos siendo nosotros mismos los que apagamos la chispa que nos ha hecho pensar diferente, sentir diferente, vivir diferente. Y una vez más soñar.
Pregúntate por qué acallas tu propia voz, qué es aquello más valioso que tu plenitud en el corto paso de esta vida.
¿Por qué – a pesar de la grandeza humana – nos empeñamos en vivir limitados, carentes de ilusión, siguiendo lo que otros dictan? ¿Por qué nos permitimos tan poco?
Vivir es mucho más que un regalo, es una oportunidad que se nos ofrece, es un camino de crecimiento si sabemos cómo caminarlo, confiando, acompañando, compartiendo y abriéndonos a los demás, mostrando a veces vulnerabilidad, sabiendo que podemos ser dañados. Pero así es vivir con deseo, corriendo riesgos que nos enseñan dónde virar y también donde insistir.