Dolor
Hay un dicho que se atribuye a Buda: “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional» y que abre hoy mi espacio de reflexión.
Hoy quisiera hablarte de lo que una sensación como la del dolor puede estar significando según nuestra capacidad de lectura, de aceptación o incluso de nuestra mayor o menor resiliencia.
El dolor se define como un malestar físico o emocional derivado de la pérdida, la ruptura, la soledad, un cambio inesperado, etc. No sólo el dolor físico nos avisa de que “algo no anda bien”, es sobre todo el dolor emocional el que nos está ayudando a atravesar una situación que seguramente necesitamos transitar y aceptar para poder evolucionar.
¿puedo evitar ese dolor? ¿de qué me avisa una emoción? ¿para qué me sirve?
A todos nos suceden cosas, acontecimientos mejores y peores que vamos encajando según su intensidad y nuestras capacidades. Cuando en nuestra vida perdemos algo o a alguien por el que sentimos mayor o menor apego -en función de la vinculación emocional que tengamos- inevitablemente sentimos dolor. A veces esa pérdida física o incluso algo intangible (como puede ser un tipo de relación específico) va a merecer un duelo, una transformación por el impacto que tiene en nuestras vidas y el valor que supone esa pérdida.
A veces, mantenemos o permitimos situaciones o relaciones por miedo a sufrir un dolor mayor del que ya nos supone pensar o imaginar el cambio que ello provocará en nuestras vidas. Pero al final, lo que nuestro cerebro piensa y proyecta, ya lo vive como una realidad y lo exterioriza en nuestra corporalidad como si ya estuviese pasando. Por eso con sólo planteárnoslo o imaginarlo nos afligimos o lloramos y podemos sentir hasta dolor físico ante una pérdida de gran valor. En realidad nos estamos “preparando” de algún modo.
Pero ante el dolor lo que nos va a ayudar es dejarnos “atravesar” y permitirnos transitar ese momento, esa sensación que puede derivar en la emoción de la tristeza, la ira, el enfado…
Y el cómo gestionemos y lo que hagamos con esa emoción será determinante, porque según nuestra actitud, puede destruirnos o puede ayudarnos en una transformación a un mejor yo.
El querer evitar el dolor es humano, pero sólo consigue darle más fuerza y presencia, aunque acabe manifestándose en otras formas. El tratar de negarlo o silenciarlo sólo genera sufrimiento. Afrontarlo y dejarlo hacer va a generar los cambios necesarios para lograr salir de esa emoción.
Al dolor hay que mirarlo de frente, a los ojos, para tratar de entender desde todos los ángulos posibles qué lo compone, qué trata de hacernos ver, qué cambios está requiriendo en nosotros para poder dejarlo atrás y ser capaces de salir de esa incomodidad o malestar.
Aunque necesitemos un tiempo de aceptación razonable; pasar a la acción y no recrearnos más de lo necesario nos va a ayudar a tomar decisiones que nos harán ir pasando de un lugar a otro, de una emoción a otra de forma natural, hasta hacernos ver o promover aquello que era necesario transitar.
El dolor según nuestra actitud puede convertirnos en “héroes o villanos”. Entendamos con ello que nos estamos refiriendo a personas que parten de un mismo punto de dolor, de trauma y deciden adoptar una actitud diferente con la fuerza que ese dolor les ha aportado. El dolor en sí mismo no es el problema, el verdadero problema es nuestra actitud y cómo utilizamos esa “fuerza” que nos trae la adversidad. En este punto me refiero a elegir entre una fuerza destructiva o una constructiva con la que generar la acción necesaria.
Cuando nos fijamos en cómo se representa a un villano, vemos que suele incorporarse algún rasgo físico como una herida, cicatriz o una incapacidad corporal que nos da una pista de que en algún momento pasó por un gran dolor o sufrimiento y observamos cómo enfoca sus acciones y actos en el resentimiento y la amargura tratando de “vengarse” con su actitud de aquello que sufrió.
Sin embargo, los héroes (las personas que nos inspiran) muy probablemente vienen de haber atravesado también un gran dolor y la herida sea visible (o quizá no tanto), pero aunque quedó en ellos, han permitido que les transforme en una mejor versión de sí mismos.
La actitud del villano se basa casi siempre en “hacer pagar” o en vengarse de aquella situación tan dolorosa; sin embargo la del héroe es la de aquel que trata de asegurarse de que nadie más pase por lo que él ha pasado.
Pero para llegar a ese punto, y como en todo proceso de duelo, puede que pasemos por varias etapas. Según la teoría de la psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross, el duelo se compone de 5 etapas que suelen ir desde la fase de negación, la de ira, la de negociación, la de depresión y, finalmente, la de aceptación de la pérdida.
Nuestra actitud y entereza son determinantes a la hora de reconocer, analizar y afrontar el dolor para convertirlo en una emoción más positiva y en una experiencia capacitadora, que nos haga crecer como personas y aflore nuestras mejores capacidades.