Lenguaje e interpretación

Si algo aprendí del coaching es que “el lenguaje, la palabra, son del todo menos inocentes”.

Rescato hoy un extracto de la escritora mexicana Rosario Castellanos, que trata el amor incondicional en este extracto:

“Lo único que te pido a cambio es que, cuando hables conmigo, cuides tus palabras. Que tus palabras sean justas, que sean del tamaño de tus sentimientos. Porque si tu me dices “no” para mi es no. Y si me dices “llueve” para mi está lloviendo. Y si me dices “amor”, para mi es amor.”

Y aquí hay dos temas centrales: el amor entendido como energía universal, -no necesariamente romántico- en nuestras relaciones; pero también esa “incondicionalidad”.

Si hay algo en lo que me apoyo para transitar cada uno de los quiebres que me trae la vida, es el concepto de impermanencia. Como antítesis a la necesidad de control.

Cuando vives con un nivel de conciencia alto, eres capaz de elegir con más responsabilidad cuando llega el momento, pero también eres capaz de vivir con menos estrés y ansiedad conforme entrenas tu aceptación.

Y de esto va precisamente el amor, de vivirlo desde una energía alta, una frecuencia donde la alegría se abre paso, donde no existe la condición, pero sí la integridad.

Cuando amo en toda la amplitud, acepto al otro tal cual es.

Cuidado con la transición, porque pasar del amor idealizado por el otro, al real; supone siempre integrar la decepción del que acepta luz y sombra.

Y ese paso de un estado al siguiente puede suponer también poner límites, madurar y ajustar cómo nos relacionamos con el otro. Porque quizá mi amor por el otro es incondicional, como sentimiento, como emoción. Pero al tiempo puede implicar trazar nuevas reglas, de cómo ser tratado y donde forma parte fundamental el respeto.

Conocemos al otro por sus palabras, por su discurso, pero sobre todo por sus incoherencias. Y más aún por sus silencios.

Las palabras definen, los silencios otorgan.

Y en las relaciones el silencio es clave. Para dar espacio, para marcar distancia, para asentir sin decir nada, para digerir una sospecha, para mentir por omisión, para ocultar por temor.

Y tiene que ver con lo que revelo, lo que muestro, lo que construyo a través del lenguaje. Tiene que ver con la honestidad, con la integridad y con lo que quiero que el otro vea en mí. Tiene que ver con mostrar sólo lo que queremos que el otro vea en mí, siempre con una intención, que me quieran, que me acompañen, que me entiendan, que me prioricen…

Pero sobre todo, amar incondicionalmente dice mucho más de mí que de ti.

Porque estoy por encima de las circunstancias, porque elijo a conciencia cultivar el amor por encima de la desilusión, el reproche, el enfado.

Porque mi mirada no depende de ti, sino de mí.

Y amar es una elección donde el que más da, es el que más gana.