Momiji
Adentrados en otoño, aprender el significado de esta palabra japonesa, me ha llevado a reflexionar en paralelo sobre el transcurso de los días y las semanas en los últimos meses.
Hace unos días cayó en mis manos un articulo de una reconocida revista de viajes que explicaba precisamente este concepto de Momiji y lo definía como la acción de contemplar en calma el cambio de color de las hojas de los árboles en otoño.
Y más allá de embelesarme contemplando las fotos que lo acompañaban; llevo días pensando en muchos acontecimientos que se van dando, esperados, buscados y promovidos y que es justo ahora cuando se suceden. Y que son fruto de mucho esfuerzo, y como me dicen algunos amigos, de haber sembrado tanto. Pero que también son parte de un proceso, de una maduración necesaria, de un crecimiento y de un “ser el momento”.
Pero más allá del resultado, sea el que sea, me paro a reflexionar sobre el generar la posibilidad, lo que sí está en nuestra mano, sin dejarnos abatir. Cuando simplemente paras, después de mostrarte activo, radiante, intenso como los días de primavera y verano y fluyes con la penumbra, con lo que la vida te está trayendo y te muestra, toca ralentizar hasta quizá parar para también escuchar.
Porque la escucha requiere silencio, como la actividad necesita calma.
Me he vuelto más observadora y más escuchante, he necesitado el silencio y el reposo, la desconexión y la ausencia para entender algunos cambios. Y para aceptarlos.
Y esa aceptación tiene que ver con los ciclos, los que queremos forzar, los que nos negamos a aceptar, la espera que no queremos cumplir. La vida es precisamente un vaivén de ciclos, un subir y bajar constante, un agotarse en la escalada y un disfrutar de la gozosa bajada.
Y es aceptación; minimizamos este término y lo confundimos con conformidad; y nada más lejos. Aceptar es mostrarnos permeables, asumir y quedar en paz, es entender y a veces es dejar ir.
Y tiene mucho que ver con la madurez, no sé si del ser humano como tal, o del ciclo de vida que nos toca vivir. Con las etapas que pasan, las páginas que escribimos pero las que volteamos también, no es ruptura… es continuidad.
Y todos estos cambios suceden en mí pero también fuera, y en ese baile continuo nos encontramos y nos alejamos de aquellos a quienes amamos, a veces son los cuerpos, a veces son las almas, pero que forman parte de ese ciclo que inicia y acaba, para poder crear de nuevo la posibilidad de volver a SER.