Parecer y aparecer

Hoy parece que el verano asoma, pero que no quiere acabar quedándose.

Le envié una invitación hace días, la semana que me decidí a mudar armarios… estoy lista para convivir contigo.

Observo cómo las plantas en mi terraza resisten con firmeza los envites de la brisa fresca e inesperada de esta tormenta de mitad de junio.

De nuevo son los ciclos, la estacionalidad, las idas y venidas, los aeropuertos, las despedidas y los reencuentros los que aparecen. Escucho de fondo el sonido de los pájaros y me asomo curiosa porque hoy es un canto distinto.

Son dos, no, tres! Y aletean juguetones. De repente, dos inician su cópula sin atisbo alguno de pudor, ajenos a mi mirada y la de ese tercero que los asiste.

Sin duda la vida vuelve a abrirse paso. Verano, alegría, calor, apertura… otra energía distinta a la que de nuevo nos acostumbraremos; y que en el fondo esperamos para generar de nuevo historias, desencuentros, calentones y reconciliaciones.

Exploro mi agenda que marca mis días, y que me empeño en dominar a golpe de anotación. Pero son mis propios tachones, los que reivindican y me recuerdan la impermanencia de lo planeado.

De nuevo esa impermanencia. La que convierte el “parecer” de la monotonía en un “aparecer” concatenado y continuo de diversidad, sorpresas, debacles, y que exige un aprendizaje y apertura mayores…otro pasito fuera de esa zona de confort cálida y mullida; otra bofetada de realidad a la que no me acostumbro pero que ya me resulta fresca y hasta revitalizante.

¿Cuál es el siguiente peldaño? ¿Dónde esta ese techo que a veces limita pero que de algún modo también cobija?

Y entreno un poco más esa aceptación, que me aleja del sufrimiento; porque en realidad es lo único sobre lo que puedo influir y sobre lo que sigo trabajando.

Parece sufrimiento pero aparece la oportunidad, la enseñanza, el crecimiento. Y en el fondo, sólo puedo dar las gracias por seguir avanzando, cualquiera que sea el tiempo y el destino. Porque la compañía no aparece, sólo parece.