Redarquías

Este mes he podido meterme de lleno en un gran equipo de personas a través de un proyecto de calado que -espero- se consolide como una relación a largo plazo entre profesionales con un mismo interés: fomentar el bienestar y el crecimiento de personas extraordinarias.

Cuando te facilitan un trozo de arcilla de la mejor calidad, te das cuenta del tesoro que tienes entre tus manos y de la enorme responsabilidad que supone generar algo mejor y mayor de lo que la propia materia prima puede darte por sí misma.

Y en este empezar a trabajar, hay dos puntos cruciales que es sano equilibrar; que son de un lado la gestión de expectativas, de una manera racional, honesta y transparente; y de otro lado la gestión de recursos existentes y potenciales con los que trazar una visión sostenible y coherente.

Pero más allá de estos dos factores existe un catalizador para trabajar con las personas y es su propia humanidad, encontrar aquello que les inspira y hace que les brillen los ojos, la ilusión y el disfrute; y que les impulsa a trabajar en coherencia con sus valores personales y por tanto, con un mayor bienestar.

Cambiar culturas y paradigmas en entornos fuertemente aferrados a ideas propias es cuestión de trabajo y de tiempo; pero visibilizar la importancia de cada pieza en el sistema es un punto de arranque crucial. Dejar de pensar en que el corazón es el único órgano que sostiene la posibilidad de vida en el cuerpo, para asumir que cada órgano y sistema hacen su parte y que igual de necesario es el corazón, como los pulmones o el hígado y cada uno de los subsistemas que sostienen ese engranaje precioso que es el ser, como también lo es en la empresa.

Y para ello la comunicación es parte de ese torrente sanguíneo que transporta oxígeno y nutrientes en forma de información, coordinación y conocimiento; que fomenta el entendimiento y la mejora continua.

Pero antes necesitamos aprender a PARAR para valorar y reflexionar dónde nos encontramos y definir hacia dónde queremos ir, calibrando nuestro esfuerzo y optimizando recursos para conseguir objetivos individuales y colectivos.

Y este nuevo liderazgo como base de la Redarquía necesita de una buena dosis de FLEXIBILIDAD, como materia que se genera a través de la escucha, el respeto, el reconocimiento y la humildad y que nos devuelve personas y entornos más resilientes y preparados para los siguientes cisnes negros que seguro vendrán.

Integrar estas ideas sobre transformación del yo en función de los nuevos retos personales y profesionales nos facilita ese trabajo en red, porque viene sostenido desde el compromiso de cada una de las partes y favorece el crecimiento personal también en el entorno profesional.