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¿Tu crees en la conexion?

¿Tú crees en la conexión?
Esta pregunta me ha rondado mucho últimamente. Y no es casualidad: aparece cada vez que acompaño a alguien en un proceso, cada vez que una conversación se vuelve verdaderamente significativa, cada vez que alguien se permite mostrarse tal cual es. Porque ahí, en ese instante en que se baja la guardia y emerge la autenticidad, ocurre algo poderoso: la conexión.
Desde el coaching ontológico hablamos mucho del ser, del lenguaje, de cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. Y aunque parezca algo intangible, la conexión es muy real. No solo se siente —también se nota, se transforma, se expande.
Ver al otro… de verdad
En una conversación reciente con alguien muy afín, surgió una frase que me hizo detenerme:
“Muy pocas personas nos conocen por dentro, pero cuando alguien logra vernos así, se establece una conexión.”
Y ahí comprendí algo profundo: ese es uno de los pilares de mi trabajo como coach. Yo acompaño procesos, sí. Pero, sobre todo, veo. Veo lo que muchas veces queda oculto tras la narrativa cotidiana. Veo lo que no se dice, lo que se calla, lo que duele, lo que sueña. Veo al ser que está ahí, esperando ser reconocido.
No se trata de técnicas, ni de carisma, ni siquiera de palabras bien dichas. Se trata de presencia, de apertura, de sostener el espacio para que el otro también pueda verse.
La conexión como fenómeno humano
¿Y si te dijera que esa sensación de conexión tiene incluso una base biológica?
Cuando conectamos con alguien de verdad, nuestro cuerpo responde: se libera oxitocina, dopamina… nos sentimos seguros, vistos, entendidos. Incluso nuestras ondas cerebrales se alinean. El cuerpo deja de estar en modo supervivencia y empieza a relajarse. Literalmente, entramos en la misma frecuencia.
Pero no todo depende de la biología. También hay algo que se construye desde lo humano, desde la disposición interna. La pregunta clave es: ¿estás disponible para ver y dejarte ver?
Las condiciones para una conexión auténtica
Desde mi experiencia como coach, he visto que hay ciertos ingredientes que facilitan profundamente el vínculo genuino entre personas. Aquí algunos de ellos:
1. Apego seguro
Construir vínculos sanos parte de la relación que tienes contigo. Confiar, comunicarte sin miedo, pedir sin culpa. Esto no se improvisa: se entrena, se practica, se elige.
2. Escucha activa y empatía
No es solo oír, es escuchar con presencia, sin juicio, con corazón. Cuando alguien se siente realmente escuchado, algo en su mundo interno cambia. Se afloja el cuerpo, se abre el alma.
3. Autorrevelación auténtica
Compartir desde la verdad, de forma gradual, genera cercanía. No hace falta contar todo, pero sí animarse a ser transparente. Eso crea puentes.
4. Lenguaje no verbal y sincronía
Nuestro cuerpo habla, incluso cuando callamos. Una sonrisa, una pausa, un gesto… pueden decir más que mil palabras. Sintonizar con el otro también es corporal.
5. La mirada
Sí, esa. La que sostiene, la que no huye, la que confirma que “te veo”. La mirada puede ser un portal a la conexión más profunda. A veces no hace falta hablar para saber que estamos ahí, juntos.
¿Se puede entrenar?
Sí. Así como podemos entrenar el cuerpo, también podemos entrenar nuestra capacidad de conectar. Requiere conciencia, práctica y, sobre todo, valentía: la de ser vulnerables, de dejar el personaje de lado y mostrarnos tal como somos.
No se trata de forzar nada. La conexión no se impone, se cultiva. Y empieza siempre por una disposición interna: estar presentes con el otro, sin máscaras, sin prisa, sin guion.
¿Para qué queremos conectar?
Porque somos seres relacionales. Porque nos necesitamos. Porque todo en la vida —el amor, la familia, el trabajo, la amistad— florece cuando hay una base de conexión real. Y porque, aunque parezca simple, ser visto y ver al otro es uno de los actos más transformadores que existen.
Hoy te invito a preguntarte:
¿Cómo estás cultivando tus conexiones?
¿Desde dónde te relacionas con los demás?
¿Te permites ser visto? ¿Estás disponible para ver?
La verdadera conexión comienza cuando nos animamos a estar con el otro sin necesidad de defendernos. Desde ahí, el encuentro se vuelve posible. Y también la transformación.
¿Quieres trabajar en tu forma de vincularte con los demás? ¿Te gustaría desarrollar una manera más auténtica de estar en tus relaciones? Podemos explorarlo juntos.
🌀 Te leo. Te acompaño. Te veo.