Vacaciones y estrés

En el mes vacacional por excelencia -al menos en España- el tema estrella no podía ser otro que el estrés. Agosto, aunque proviene del latín augustus ‘sagrado’; para mi es el mes del agradecimiento; por la oportunidad de deleitarme y recrearme, reponer fuerzas y encarrilar lo que resta de año.

Cuando acabo de finalizar un mes de julio intenso, retador y agotador, me dispongo a disfrutar de unos días de merecido descanso entre el derecho a la pereza, la necesidad de desconectar, pero también desde la conciencia de encontrar tiempo y espacio para “resetear” y organizar lo que siempre considero “mi inicio de ejercicio”.

Alterno estas semanas entre el descanso activo (dormir y descansar a demanda), viajar, disfrutar de tiempo de ocio de calidad; y encontrar tiempo y energía para organizar los proyectos del último trimestre de año.

Y en particular este año, he trabajado (y sigo) muy focalizada en el estrés como uno de los temas estrella tanto en demanda de sesiones de coaching y formaciones, como en la detección en el entorno organizacional y su influencia e impacto en equipos de trabajo.

El origen del concepto de estrés parte de las investigaciones que realizó Hans Selye en el año 1936 y que dieron lugar al llamado síndrome general de adaptación (SAG). Sabemos que ante una situación de amenaza y para poder mantener su equilibrio, el organismo emite una respuesta con el fin de intentar adaptarse. Selye definió este fenómeno como el conjunto de reacciones fisiológicas desencadenadas por cualquier exigencia ejercida sobre el organismo, por la incidencia de cualquier agente nocivo llamado estresor. Y no sólo Selye; la Organización Mundial de la Salud (OMS) define el estrés como «el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara al organismo para la acción».

Cuando estas reacciones se producen en su justa medida, hablamos de eustrés (o estrés positivo); porque es bueno y saludable, ya que genera satisfacción, alegría, mejora la actividad cardiaca y la resistencia física, así como la actividad mental; promoviendo la productividad y la creatividad. Nos da esa sensación positiva de estar “enchufados”, motivados, llegando a promover el “Flow”.

El problema surge cuando ese estrés excede nuestros recursos, se cronifica y empieza a generar signos y síntomas físicos, psíquicos, emocionales o conductuales que producen malestar; a este tipo de estrés lo denominamos distrés (o estrés negativo) y puede desembocar en ansiedad, depresión o incluso en otros síndromes como el del Burnout (o estar quemado). Es una respuesta a situaciones de alta demanda, conflicto, duelo, acontecimientos traumáticos y una larga lista de situaciones negativas.

El estrés es un trastorno biopsicosocial que afecta cada vez más a la población mundial.

El encontrarnos en una sociedad globalizada, hiperconectada, que exige y demanda individuos aptos y capacitados para enfrentar y resolver -de manera casi inmediata- cada uno de los problemas de índole laboral, social y emocional que se le presenten genera una sobrecarga, que sostenida en el tiempo, hace que cada vez más personas se “rompan”, se sientan desbordadas y no sepan cómo gestionar su estrés y su vida.

Si te sientes identificado con ese malestar, si tu reseteo consiste en empezar las vacaciones con unos días enfermo porque tu cuerpo achaca ese desequilibrio provocado por echar el freno de mano “a las bravas”, si te cuesta horrores desconectar llegando a sentirte “culpable”, si los últimos días de descanso en lugar de seguir disfrutando empieza el agobio por la anticipación de la vuelta llegando a afectarte generándote ansiedad; quizá sea el momento de ponerte a trabajar activamente en tu relación con el estrés.

En la era de la inmediatez necesitamos aprender a parar, a identificar y poner orden en nuestras prioridades, valores, para poder encontrar un equilibrio, una armonía que nos permita vivir y disfrutar del día a día de manera sostenible gestionando activamente nuestras emociones.

Y en esa “sostenibilidad emocional” se incluye la conciliación entre vida personal y laboral, el autocuidado físico y psíquico, la toma de conciencia sobre cuál es el origen de nuestro estrés y el saber cómo afrontarlo de manera eficaz y sostenida.

Desde que me dedico a acompañar a personas y organizaciones no dejo de sorprenderme por la infinidad de casuísticas, de percepciones, de reacciones ante el estrés… tantas y tan diversas como personas. Y en ese acompañamiento no dejo de seguir descubriendo, con curiosidad y aceptación, qué partes de mi puedo seguir trabajando, dónde me he visto reflejada y dónde no. Me ayuda a echar la vista atrás y poder valorar mi evolución, sin juzgar ni juzgarme, sólo agradeciendo todo lo que este recorrido me va trayendo tanto a mí como a las personas que confían en el coaching para ir encontrándose mejor.